Autor del mes: Arlette Geneve

Autor del mes:  Arlette Geneve

miércoles, 15 de octubre de 2025

Arlette Geneve -Autora del mes de Octubre

Mis adorad@s Loc@s del Romance, me siento muy emocionada porque esta sección ha regresado y lo hace, con una autora que me ha llamado mucho la atención, que me gustó al primer contacto y que además es nacional. Ella es Arlette Geneve, vamos a darle una gran bienvenida y a disfrutar de su compañía. 

Hola Arlette, se bienvenida a este rincón de locura romántica. Gracias por dedicarnos tu tiempo y si te parece bien, procedemos a comenzar esta entrevista. 
L.R. ¿Cómo empezó Arlette Geneve en el mundo de la novela romántica? ¿Cómo decidiste con qué nombre firmar tu obra y por qué?   

Antes que nada, quiero agradeceros de corazón esta oportunidad que me brindáis de acercarme a los lectores a través de esta entrevista.  

Escribo desde que tengo memoria, desde que mis dedos pudieron sostener un lápiz. Cuentos, leyendas, pequeñas novelas juveniles… las letras han sido siempre mi refugio y mi forma de estar en el mundo. Pero fue mi hermana mayor, Ángeles, quien me introdujo en la novela romántica. Por aquel entonces, mis gustos literarios iban por otros caminos: Robin Cook, Stephen King, y también Nora Roberts, aunque no en su faceta romántica, sino en sus novelas policíacas. 

Ángeles solía dejarme libros que le gustaban, y entre ellos me prestó La rosa de España, de Shirlee Busbee. No me gustó nada. Sentí que no dejaba a los españoles en buen lugar, que caía en los estereotipos más comunes… esa sombra de la Leyenda Negra que tanto ha marcado la mirada anglosajona sobre nuestra historia. Le dije que no quería leer otra historia así, que me había incomodado profundamente. Y entonces me retó: “Escríbela tú, pero como contrapunto.” Acepté el reto. De aquella conversación nació Las espinas del amor, que más tarde publicaría la ya extinta editorial Vía Magna. 

La escribí sin pensar en publicar. Para mí, la felicidad estaba en que mis hermanas y amigas leyeran mis textos y los comentáramos juntas. Pero ellas insistieron en que debía enviarla a una editorial. Elegí tres al azar, y dos me respondieron afirmativamente. Fue una sorpresa enorme.

Respecto al nombre con el que firmo mis obras, yo quería publicar con el mío. Pero la editorial no lo veía viable. En aquel momento, salvo Corín Tellado, no había autoras españolas reconocidas en el género romántico tal como lo entendemos hoy, y pensaban que no tendría salida. Me convencieron. Pero decidí que el seudónimo lo escogería yo, no ellos. Era importante para mí que, si algún día decidía tomar otro rumbo, pudiera llevarme mi nombre conmigo. Comprendí sus motivos: apostar por una autora desconocida no era fácil. 

Y aquí estoy. Creo que soy la autora española más veterana en novela romántica, pues firmé el contrato de Las espinas del amor en 2006, y se publicó en 2007. 


L.R. ¿Cómo te describirías a ti misma como escritora? ¿Qué tres virtudes y qué tres defectos crees que te definen?  

Esta es una pregunta trampa, lo reconozco. Es difícil mirarse con objetividad, pero vamos a intentarlo. 

Me considero una escritora constante. Escribo solo lo que me interesa, lo que me toca, lo que me mueve. A lo largo de los años me han ofrecido abordar temáticas distintas, seguir la estela de ciertos éxitos editoriales, pero nunca acepté. Me gusta explorar temas diversos, y muchas veces encuentro la chispa en noticias que leo y que me inspiran. Por ejemplo, Las flores de Down Under nació tras leer un artículo sobre el Plan Marta. Me impactó tanto que supe que tenía que escribir sobre ello. 

La primera virtud, como ya he dicho, es la constancia. La segunda, creo, es la ausencia de envidia. Me alegran profundamente los éxitos de mis compañeras. Siempre he creído que en el mundo literario cabemos todas, que hay un público para cada una de nosotras. Y la tercera virtud: sigo siendo la misma Arlette Geneve de hace veinte años. No he cambiado ni en mi forma de escribir ni en mi forma de sentir la literatura. 

Ahora los defectos… ¿Que no me guste hablar en público cuenta? Antaño lo pasaba realmente mal en las ponencias, aunque me he esforzado en cada una de ellas. El segundo: llevar varias novelas a la vez. Es un defecto grande, porque me disperso y al final no soy tan productiva como debería. Pero cuando una idea se instala en mi cabeza, necesito escribirla, aunque esté en medio de otro manuscrito. Si no lo hago, no duermo. Y el tercero: soy demasiado confiada. Y eso, en un mundo tan competitivo como el literario, puede volverse en tu contra. Por confiar demasiado, me he llevado algunas sorpresas desagradables. 



L.R. Una de las cosas que siempre nos ha llamado la atención de los escritores es conocer
su formación académica. ¿Has hecho cursos específicos para escritores o todo es talento natural y trabajo?
 

Nunca he hecho un curso específico para escribir. Siempre he sido algo escéptica en lo que me toca a mí. Creo que lo que se escribe debe brotar desde lo más profundo del alma, desde ese lugar donde las palabras se enredan en la garganta, se mastican una y otra vez, y ni aun así logras tragarlas. Entonces no queda más que vomitarlas. 

Escribir es visceral. Es enfado, es risa, es emoción, es llanto. Es enfrentarte a ti misma, escribir y borrar, y volver a escribir, hasta la extenuación. No conozco otra forma de entender el arte de narrar. Para mí, no hay técnica que sustituya esa entrega absoluta. 

L.R. Hablando sobre tu trabajo de escritora, ¿cuál es el proceso que sigues para crear estas joyas de la literatura romántica?  

Todo comienza con una idea. A veces nace de una noticia que me sacude, otras de un paisaje que me habla, o de un sentimiento que se instala sin pedir permiso. Cuando esa chispa aparece, preparo un esquema: la época, el lugar, los personajes con sus rostros, sus heridas, sus voces. Me gusta conocerlos antes de que empiecen a hablarme. 

Después, escribo cada día, aunque sea solo un par de líneas. Hay días en que las palabras


fluyen como un río, y otros en que se esconden. Si no avanzo, no me obligo. Aparco la historia y dejo que respire. Entonces retomo otra, porque siempre hay una esperando su turno. Así es como nacen mis novelas: entre intuición y constancia, entre silencios y desbordes.
 


L.R. Trasladémonos ahora a un día en la vida de Arlette Geneve ¿Cómo es?  

Ahora que mis hijos ya son mayores, todo transcurre con más calma. Hubo una época en que mi vida era un torbellino entre colegios, institutos, trabajo, hogar… y al final, cuando todos dormían, la escritura. A día de hoy, sigo acostándome entre las dos y las tres de la madrugada. Necesito el silencio, la oscuridad, ese momento en que el mundo se apaga y las palabras se encienden. 

Hay costumbres que no cambian con el paso del tiempo. Y esa, la de escribir cuando todo calla, es una de las más arraigadas. 


L. R. Viajemos al pasado por un momento, a esa primera vez (que tú recuerdes) con un libro entre tus manos. ¿Qué edad tenías, qué libro era y de qué forma te marcó?  

Creo recordar que fue Los Cinco y el tesoro de la isla, de Enid Blyton. Tenía ocho años, y me leí la serie entera como si fuera un mapa del tesoro que no podía soltar. Pero mucho antes, cuando aún no sabía leer, pasaba horas mirando las viñetas de Mortadelo y Filemón. Es lo que tiene ser la hermana pequeña: heredas los cómics, las risas, y también esa curiosidad por las historias que aún no entiendes del todo. 


Y luego llegó
El Capitán Trueno, y con él, el flechazo por las historias de época. Fue el que me hizo enamorarme de los mundos antiguos, de los héroes con capa y espada, de las aventuras que cruzan fronteras y siglos. Desde entonces, supe que quería contar historias que hicieran viajar a otros también. 


L.R. Imaginamos que, como escritora de romance, en algún momento fuiste ávida lectora del género. Dinos ¿alguna autora o libro te marcó de forma especial? ¿Qué libro es para ti, a día de hoy, tu principal referente (ese que no puedes parar de leer)?  

Tengo varios, y cada uno me marcó de una forma distinta. Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, aunque no es estrictamente romántico, me enseñó que el amor puede ser tormenta, obsesión, sombra. Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, me mostró la elegancia del conflicto emocional, la sutileza de los gestos, la fuerza de una mirada contenida. 

Un año y un día, de Virginia Henley, me atrapó por su intensidad, por esa mezcla de historia y pasión que me resulta tan cercana. La serie Malory de Johanna Lindsey me hizo reír, suspirar, y entender que el romance también puede ser travesura y juego. 

Y luego están las historias cortas de Barbara Cartland. Tengo una colección completa que guardo como un tesoro. Las páginas están tan frágiles que tengo que leerlas con cuidado, como si cada una fuera una reliquia. Son pequeñas joyas que me acompañaron en momentos clave, y que aún hoy me recuerdan por qué escribo. Pero la verdad es que la lista es interminable.  


L. R.  De todos tus libros escritos hasta la fecha, ¿cuál es tu favorito? ¿Por qué? 

Si me hubieses hecho esta pregunta hace unos años, te habría respondido Vindicatio sin


dudar. Pero hoy creo que mi favorita es
El último capitán. Es una historia muy completa, de esas que te emocionan mientras las escribes y también cuando las relees. Una mujer fuerte, un legado difícil, una vida marcada por decisiones que pesan. Es una novela madura, pensada, disfrutada. 

Tuve que documentarme mucho para ambientarla con rigor, y eso también la hizo especial: batallas navales, jerarquías militares, barcos de guerra… Cada detalle exigía precisión. Alguna lectora me ha comentado que es un poco larga, y lo es. Pero la historia transcurre a lo largo de veinte años, y se necesitan muchas páginas para plasmar lo que sucede en dos décadas. Cada capítulo es una capa más en la vida de sus protagonistas, y para mí, cada una de esas páginas tiene su razón de ser. 


L. R. ¿Sueles poner cara de personas conocidas a tus personajes o todo nace de tu imaginación?  

No, en realidad no me gusta ponerles rostros conocidos a mis personajes. Prefiero que nazcan desde cero, desde mi imaginación, sin que estén condicionados por una imagen previa. Pero es inevitable que, al describirlos, los lectores les busquen parecidos. Es algo natural. Cada lector tiene su propio imaginario, y muchas veces proyecta en los personajes lo que conoce o lo que le resulta familiar. Y eso también forma parte de la magia de la lectura. 


L.R. ¿Podrías hablarnos sobre tus proyectos actuales? ¿Alguna novedad jugosa que vaya a salir próximamente y puedas compartir con nosotras? 
 

Ahora mismo estoy terminando el libro sobre Alexandra Beresford. Las lectoras me lo piden constantemente: quieren más historias de la familia Penword, Beresford, Velasco… y es increíble cómo ha crecido ese universo con el paso del tiempo. Solo espero que envejezca bien, como los buenos vinos. 

Además, tengo un par de novelas ya terminadas. Una está ambientada en los años 50, con ese aire de época reciente que tiene su propia melancolía. La otra es completamente histórica. Como disfruté tanto escribiendo Vindicatio, me he volcado en una nueva historia que se adentra en los entresijos de Roma. Hay algo en esa ciudad, en sus sombras y sus glorias, que siempre me llama. Pero estoy segura que disfrutaréis de ellas.  

Gracias por brindarme este espacio para compartir un pedacito de mi mundo. Cada pregunta ha sido una invitación a mirar hacia dentro, a recordar, a sentir. Agradezco profundamente a quienes han hecho posible esta entrevista, y sobre todo a las lectoras que me acompañan desde hace años, y a las que se suman cada día con curiosidad y cariño. 

Escribir es un acto solitario, pero saber que hay alguien al otro lado de la página convierte esa soledad en compañía. Gracias por estar ahí, por leerme, por emocionarse conmigo. Sin vosotras, las historias no tendrían eco.  


¡Qué corto se nos ha hecho! Y es que lo hemos pasado a lo grande con Arlette. La entrevista ha sido corta, pero contundente, esperando que la hayas disfrutado tanto como nosotros con ella. Gracias a Arlette por darnos de su tiempo y a ti, como siempre, por seguir por aquí. ¡Feliz lectura!

 

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